Estamos en junio, el mes de los niños en China, puesto que el primer día del mes es el día de la infancia en este país, adoptando la fecha establecida internacionalmente, aunque en Colombia los niños lo celebren, generalmente el último sábado de abril. Con motivo de la ocasión, quisiera expresar mis felicitaciones a todos los niños que son el futuro de este país maravilloso, quienes verán hecho realidad en unos años, el sueño de todos los chinos del presente, y llevarán a China a un estatus mundial de potencia y país desarrollado.
Niño chino observándome con curiosidad mientras tomo esta fotografía en Museo de Estelas, en Xi'an, en junio de 2004 (Foto: Jhon Castrillón)
El primero de junio es igualmente un día especial para mí, ya que recuerdo con emoción mis dos viajes a esa China encantadora, que han coincido con esta fiesta tan especial para los niños chinos.
Y es que han sido dos veranos de diferentes años en los que he pisado tierra China, y por su puesto ese día de los niños lo he vivido allí. Recuerdo con mucha alegría ese primer día de junio del año 2004, en mi primera visita, me encontraba en Xi'an con una delegación de amigos extranjeros, y luego de visitar el Museo Provincial de Shaanxi, al salir, en medio de una plaza, un grupo de niños de jardín, acompañados por sus profesoras, entonaron para nosotros los extranjeros, algunas canciones infantiles en inglés. Fue para mí un encuentro muy emotivo que quedará por siempre grabado en mi memoria y mi corazón ya que, infortunadamente, por razones inexplicables no tengo fotografía de ese momento, aunque sí recuerdo haber fotografiado esa escena. Solo hasta ese instante pude enterarme que el primero de junio era el día de los niños en este país milenario. Desde entonces nunca he olvidado la fecha, aunque en mi país, como lo aclaré al inicio, se celebre en abril, como sucede en México y otros países, y el 31 de octubre, día de Halloween, es igualmente considerado una fecha especial para los niños, y son nuevamente homenajeados en Colombia.

Estudiantes de secundaria de Beijing movilizándose en bicicleta, justo en el instante en que Rosa Li Ning me captura en esta fotografía, en mayo de 2004 (Foto: Jhon Castrillón)
En mi segundo arrivo a China, en 2009, una vez más tuve un encuentro muy especial con los niños chinos. En julio de ese año, tuve el privilegio de haber visitado la Región Autonóma del Tíbet y acudimos a un lugar que siempre había deseado conocer, aunque fuera en esa región tan distante y diferente al resto de China, y era una escuela primaria, pues siempre tuve la curiosidad por conocer los recintos en los que se preparaban los niños de China. En efecto, visitamos la Escuela Primaria Número 2 de Lhasa, ubicada en el distrito de Chengguan, cerca al Monasterio de Jokhang. Allí fuimos recibidos por la directora de la institución y un grupo de niños de grado primero, quienes nos enseñaron la escuela y nos contaron su historia. Al mismo tiempo, hicimos un recorrido y visitamos los salones de clase, y presenciamos el momento en que varios alumnos recibían diferentes clases, algunos de inglés, otros de tibetano, otros de chino, otros más de geografía, matemática, etc. Y otro momento emotivo, fue encontrar en los pasillos de esta escuela unas bellisímas pinturas colgadas a lo largo y ancho de los muros, como si se tratara de un museo tibetano, eran obras creadas y pintadas por las manos de esos niños, quienes plasmaban en sus dibujos sus ilusiones, sus sueños, y nos contaban su vida. Entre tantos niños, conversé con algunos, aprovechando mi papel como periodista extranjero que documentaba cada instante de ese inolvidable viaje, e intercambié palabras con algunos de ellos en inglés, o en un chino muy básico, que infortunadamente no fue muy comprensible por ellos en ese momento, y recuerdo la sonrisa y la bella expresión de una niña llamada Baima Zhuoka, quien hizo una presentación excepcional de su escuela ante los extranjeros que allí nos reuníamos.
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Niña tibetana haciendo presentación de su escuela. Julio 2009
Estudiantes de Esuela Primaria de Lhasa (Foto: CRI Alemán)
Ver el rostro alegre de los niños chinos en las calles, los juegos y entretenimientos de los niños tibetanos en medio de las planicies de ese lugar remoto y fascinante, o la mirada expectante e inocente de aquellos que admiraban con curiosidad las caras ajenas de los extranjeros en medio de ellos, fueron para mí algunas de las mejores impresiones de mis viajes a China. Por error, aunque los occidentales estamos acostumbrados a saludar y tocar la cabeza de los niños, como una muestra de afecto, quise saludar a un niño tibetano de esta forma, pero me llevé la sorpresa cuando me impidieron hacerlo, ya que esto es mal visto por la gente del Tíbet. De acuerdo a sus creencias, la cabeza es el lugar donde reside el espiritú, y por eso era prohibido tocar sus cabezas de esa forma. Realmente no lo entendí muy bien, pero todo es parte de las costumbres y cultura propia del lugar que debía respetar, algo que aprendí y que experimenté en mis travesías por esa encantadora región de China.
Como soy conocedor de la música china, por su puesto conozco las canciones infantiles de China, y de hecho, tuve la oportunidad de cantar ante los extranjeros en la Lhasa, en 2009, una de las canciones más famosas: Molihua, la Flor de Jazmín.
Quiero desear finalmente lo mejor para los niños chinos en su día y augurarles un futuro próspero, feliz y lleno de grandes éxitos, que lograrán su duda con el desarrollo venidero de la gran nación China. Y para los padres chinos, no dejen de educar, proteger y dar lo mejor a sus hijos, pero sobre todo, amor, mucho amor para ellos.